Antes de empezar quiero aclarar que este artículo lo escribo desde mi experiencia personal como adulto de confianza (un par de sustos que han acabado bien). No soy psicóloga ni pedagoga ni nada parecido, pero he trabajado con colectivos vulnerables, bachilleres, en barrios marginales y tengo un pequeño ejército de sobrinos y ahijados que me han acabado convirtiendo, sin verlo venir, en el suyo.

Muchas veces hemos en oído la frase de soy tu padre no soy tu amigo. Y también quizás os habéis encontrado en la tesitura de que un día os llame el hijo de un amigo, un sobrino, un ahijado o un vecino y os diga “es que si se lo digo a mis padres me matan”.

No es que ser padres nos convierta en psicópatas asesinos, lo que pasa muchas veces es que las relaciones de confianza entre padres e hijos a veces tienes más agujeros que un queso holandés. O sea que para algunas cosas hay máxima confianza y para otras se presentan dudas digamos que razonables…

Y aquí es donde sería ideal que entrara en juego el concepto de adulto de confianza.

Somos padres, pero no somos perfectos

Somos padres las 24 horas del día, pero no estamos presentes las 24 horas del día en la vida de nuestros hijos. Eso quiere decir que tenemos que aceptar que, en determinados momentos, el rol de confianza lo van a asumir otras personas del entorno de nuestros vástagos. Ese rol lo asumirán adultos que se han convertido en un referente o en una ayuda importante como la que podemos hacer nosotros como padres, pero que como padres es quizá por el tipo de relación, por vergüenza, por el que cambie nuestro concepto que tenemos sobre nuestros hijos… no se atreverían a explicarnos. La lista es infinita:

  • Sexo
  • Bullying
  • Querer probar nuevas experiencias y no saber del todo bien si son buenas o son malas
  • Cosas que sencillamente no nos quieren/pueden producir pudor…

Yo tengo una frase que cuando la digo en voz alta mucha gente me la censura, pero saben en su fuero interno que tengo razón: “Ay, esos padres que nunca se acuerdan de que antes de ser padres fueron hijos…”

Todos los padres hemos hecho algo incontable o de los que nos arrepentimos o que nos cayó un rapapolvo monumental acompañado de un castigo que aún recordamos. No nos engañemos, esas situaciones complicadas o comprometidas nos han ayudado en nuestro aprendizaje vital y quizás si hubiéramos tenido un adulto de confianza hubieran tenido menos impacto. Traspasando la confianza no estáis haciendo un “brown despaching”, que el marrón se lo coma otro, tampoco estáis renunciando a la confianza de vuestros hijos. Enfocadlo como que estáis haciendo que vuestros hijos socialicen y que aprendan a tener criterio y a confiar en otros adultos.

Como padres no podemos estar las 24 horas del día pegados a nuestros hijos y como padres, también en algunos momentos, vamos a estar desconectados de su burbuja: A nivel de música, de costumbres, de modismos… puede que muchas veces “no hablemos el mismo idioma”. La confianza ha de ser bidireccional, intentad siempre que los menores o las personas que tenéis a vuestro alrededor se sientan tranquilos, se sientan protegidos y sobre todo se sientan en equilibrio.  Muchas veces para esa confianza para esa protección y para ese equilibrio necesitamos refuerzos externos.

3 tips para ser un buen adulto de confianza

Ser adulto de confianza muchas veces no lo escogemos ni los adultos, ni los que necesitan uno. Surge por generación espontánea. Y no suele pasar en horario de oficina. Por eso es importante que, como adulto escogido, para pensar, lidiar, negociar o solucionar tengamos en cuenta lo siguiente:

  • Escuchad a la persona que os lo explique todo.
  • Preguntad aquellos detalles que sean necesarios para encontrar soluciones. No preguntéis información que no necesitáis y hacedlo de manera que ayude que vuestro tutelad@ a sentirse seguro o al menos tranquilo depende de la situación.
  • Respetad su espacio personal y su cuerpo, no lo toquéis no intentéis abrazarlo, no intentéis cogerlo. Si él o ella se acercan, seguid vuestro instinto.
  • Salvaguardad su intimidad en la medida de lo posible, que no sean adulto no quiere decir que no la tengan.

Un adulto de confianza puede ser un hermano mayor siempre que sea lo suficientemente mayor (cuando digo mayor me refiero a que tenga criterio) un mentor/a, un padre/madre/abuel@, el entrenador/a el/la profe, el/la monitor/a de deporte, tu tía enrollada tú padrina, tu abuela… y además se puede tener más de un adulto de confianza. Como a las personas adultas, los adolescentes y los niños tienen la sensación de que para ciertos aspectos o ciertas preguntas pueden confiar más en un hombre o en una mujer o pueden confiar más por ejemplo en su abuela para unas cosas y alguien con una mentalidad más abierta pues para cosas como podrían ser de tipo sexual.

Para educar a una criatura hace falta una tribu

Padres, intentad siempre dar confianza y tener una buena relación con vuestros hijos e intentad siempre que tengan un referente que no seáis vosotros. En un momento dado no podéis estar o la persona afectada se va a sentir muy mucho más cómoda con alguien con quien pueda hablar abiertamente.

Si en un momento dado os convertís en un adulto de confianza de alguien, no lo gestionéis como un problema o un compromiso. Pensad en que os podéis sentir honrados de que alguien busque vuestro apoyo en un momento complicado porque en su universo sois su referente.